La regla de oro
Si Kant convierte un precepto religioso en un deber ético, su célebre imperativo categórico, apenas se limita a traducirlo a escala humana, demasiado humana para un filósofo como Nietzsche, quien directamente lo parte por la mitad, lo dinamita. Que no se hicieron las medias tintas para quien aspira a asaltar los cielos. Voilà:
- Confucionismo: “Lo que no desees para ti, no se lo hagas a otros.”
- Cristianismo: “Lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo a ellos.”
- Budismo: “Lo que no es adecuado para mí o no me es grato tampoco ha de serlo para él; lo que no es adecuado para mí o no me es grato, ¿cómo puedo exigírselo a otro?”
- Hinduismo: “Uno no debe comportarse con otros en una forma que hacia uno mismo es inadecuada: esta es la esencia de la moral.”
- Islamismo: “Ninguno de vosotros es un fiel si no desea a su hermano lo que desea para sí mismo.”
- Kant: “Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne en ley universal.”
- Nietzsche: “Pero la mayoría de las veces esto no es sino mero egoísmo; pues egoísmo es considerar el propio juicio como ley general, egoísmo ciego, mezquino y cobarde, por otra parte, puesto que revela que todavía no te has descubierto a ti mismo ni te has creado para tu uso particular un ideal propio, que a ti sólo pertenezca, pues semejante ideal no podría ser jamás de otro, ni mucho menos de todo el mundo” (La gaya ciencia, aforismo 335).