Artículos Breves – Nostalgia geométrica del caos

A principios del siglo XX, los científicos pensaban que no existían límites para el conocimiento.
Con la elaboración del principio de la incertidumbre, Heisenberg explicó cómo era posible que la luz fuese una onda y una partícula a la vez.
Demostró teóricamente que el conocimiento del microcosmos tiene límites de índole física, como la velocidad de la luz, y no sólo de tipo intelectual o lógico, como los señalados por Gödel en su célebre teorema.
Teniendo en cuenta el argumento de Heisenberg de que cada concepto tiene sentido solamente en función de los experimentos realizados para medirlo, concluiríamos que aquello que no puede medirse, no tiene significado en física.
No tiene sentido hablar de cómo es la trayectoria de un electrón en un átomo de hidrógeno, por ejemplo, si la imprecisión a la hora de medir la posición del electrón es del tamaño del propio átomo.
Cuando se trata de determinar si la luz es una onda o una partícula hay que llegar a niveles de una precisión imposible.
Es decir, hay cosas que no se pueden preguntar a la Naturaleza, porque ella misma las ignora: la respuesta precede a la pregunta, la hace posible.

***

El argumento de que la democracia es el mejor de los gobiernos posibles es cierto siempre y cuando tengamos en cuenta que se refiere no a las posibilidades de creación de nuevos sistemas, que son infinitas, sino a las posibilidades dentro de la realidad, que están delimitadas por el entorno circundante.

La democracia es posiblemente un sistema necesario y muy válido en la esfera jurídica, como medio de convivencia y también como derecho político o social, pero debería quedar completamente excluida en todos los órdenes principales de la cultura, como puedan ser el arte, la ciencia o la filosofía, disciplinas que participan de la infinitud y del misterio, y que no pueden medirse por el rasero igualitario. Al extenderse más allá del ámbito de la política, la democracia termina por convertirse en un totalitarismo más, quizá el peor de todos.

De cómo resolvamos el conflicto entre libertad individual y democracia política depende la construcción y el destino de la sociedad durante el próximo siglo.

***

Por la investigación neurológica sabemos que la parte más primitiva del cerebro humano es similar al cerebro de los reptiles y regula patrones de comportamiento como son los de territorialidad, la identificación de los individuos más fuertes o más débiles de una especie, el sometimiento, los rituales de intimidación, la repetición invariable de una misma respuesta ante un mismo estímulo… formas de conducta todas ellas que podemos ver constantemente en las clases política y empresarial. De hecho lo que lleva a las hordas burocráticas y financieras por el camino de la avidez y la violencia es su falta de inteligencia, su ignorancia, su incapacidad para lo mejor.

***

Un argumento ético muy frecuente señala que cada individuo es libre de hacer lo que quiera mientras no afecte o dañe a otros.

Sin embargo, el argumento es falso si pretende ir más allá del ámbito jurídico para invadir la esfera moral. Ni se explican los límites de ese posible daño, ni se advierte que el dolor y la violencia forman parte indisoluble de la vida humana, y que una reducción de tal calibre nos privaría de la facultad para crear valores dignos y universales.

Las relaciones humanas pueden ser afectivas… y conflictivas. Sin cierto grado de crueldad –entendiendo por tal causar dolor a sabiendas– nunca aprenderíamos nada, ni aceptaríamos deberes éticos ni tampoco disfrutaríamos de derechos. Sólo la crueldad por la crueldad, cuyo absurdo y sinsentido la convierten en fin en sí misma, merece repulsa moral.

La ética es “camino de perfección” y no mera abstención de causar mal a otros.

***

La uniformidad de nuestra época está marcada por la desaparición de la trascendencia.

En el mundo de hoy, el individuo se ha convertido en persona, o sea, en máscara, en tipo.

Todo se confabula para que consideremos nuestra vida singular como un impedimento para la buena marcha de las estructuras políticas, sociales, económicas, religiosas y científicas.

Para combatir el caos caímos en la parcelación estadística.

Frente al sinsentido y la barbarie colectivista, en su artículo “Socialismo contra espíritu”, Ionesco advierte:

“La sociología es imperialista. Rechaza tanto la biología como la metafísica. Tiende sobre todo a sustituir a ésta última. (…) Los colectivismos amenazan con socializar, en la totalidad de su ser, al individuo. (…) Reducido a lo social, el hombre no sería más que una partícula de la sociedad, no viviendo más que para la sociedad, incluso no imaginando poder vivir de otra manera, en tanto que funcionario social. Sería socialista hasta en su subconsciente, perdiendo su tercera o cuarta dimensión: el espíritu, que le es esencial y que no se puede medir (…) El hombre es un ser asocial, que no puede vivir sino en sociedad, pero que en sociedad, no puede vivir sino asocialmente.”

¡Que viva la verdad libre!

 


Del Libro Nostalgia geométrica del caos, 2001

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *