Los aforismos son los meteoritos de la literatura
El aforismo no es propiamente un género o, en todo caso puede serlo por generalizar.
La discusión sobre los géneros es un poco catastral, de registro notarial, y denota un interés más anacrónico que anticuado (en el sentido de no tener en cuenta el tiempo ni, por lo tanto, la novedad, la invención) por el patrimonio, el reparto y la demarcación de espacios.
En la práctica no existen los géneros, pero en teoría sí. Los géneros son las inmobiliarias de la literatura.
Se trata de una convención que atañe a la literatura como cuarto de estar del escritor, pero lo que identifica básicamente a ésta, en tanto que escritura viva, es su existencia como construcción de un espacio nuevo, como espacio de andar, el ser en permanente rebelión con el tener.
Es decir, la literatura no es tanto una forma de comunicación como de revelación, del mismo modo que el lenguaje, más que una herramienta o vehículo del pensamiento, sería el pensamiento mismo.
Porque la gran revolución lingüística del siglo XX es el reconocimiento de que el lenguaje no es únicamente un instrumento para comunicar conceptos acerca del mundo, sino más bien, y en primer lugar, un instrumento para crear el mundo. La realidad no se experimenta o refleja simplemente en el lenguaje, sino por el contrario, es producida por éste.
La literatura es nómada y escribir es viajar a ninguna parte. El desplazamiento que supone la práctica de la escritura es algo así como un viaje al fin del mundo. Por lo menos, del mundo del escritor.
Con lo cual tenemos que el aforismo es género (sólo en teoría y por generalizar) de vanguardia en el fondo y de retaguardia en la forma, al revés que la novela. Si el novelista suma páginas, el aforista las resta, quita lo que sobra. Si el novelista escribe a lo grande, el aforista escribe bajo mínimos. Si para el novelista la mejor defensa es un buen ataque, para el aforista también, pero un ataque de risa.
En definitiva, los libros que he leído son vivencias más que influencias, no digamos experiencias. El escritor de aforismos publica porque no puede pasarse la vida corrigiendo.
O lo que es lo mismo, no hay mejor forma de dar por terminado un artículo que citar a Nietzsche, sobre todo si no viene a cuento: “Temo que no vayamos a liberarnos del concepto de Dios, mientras sigamos creyendo en la gramática”.
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